Un cuento de ficción
El Internet es algo que en el momento histórico que vivimos ya damos por sentado, pero hace 60 años nadie se imaginaba que un invento como tal podría ver la luz del día en nuestros tiempos… ¿Nadie? Una persona sí… o quizás dos. El siguiente es un cuento de ficción sobre un posible génesis del Internet.
Corrían los años 50 y si bien la segunda gran guerra del siglo XX había terminado, el mundo estaba dividido en dos y una nueva guerra- una más táctica, más astuta, más diplomática, más “fría” – se desarrollaba entre Este y Oeste. En una base militar subterránea, en algún lugar de las vastas planicies americanas tuvo lugar la siguiente conversación.
– Hendrick, deje de preocuparse por que el enemigo se encuentre allá… ¡lejos!, detrás de una impenetrable cortina de hierro y que desde ahí ellos planean cómo sabotear nuestro gobierno, ¡nuestro sistema! Ohhh mi querido Hendrick, si eso fuese así, todo sería mucho más fácil. Deje de pensar que grandes tubos de metal surcan todos los océanos del mundo sin ser detectados y que verdaderas ciudades acorazadas, tal como ésta, se construyen debajo de los Urales para pasar desapercibidas… aun cuando traten de esconderlas, nosotros sabemos que están ahí, así como ellos saben que nosotros estamos aquí… ¡piense Hendrick! ¡Piense!
El General Larsson era un impetuoso militar que se había abierto camino y ascendido en las jerarquías castrenses, durante la Segunda Guerra Mundial. Su natural talento y astucia para establecer exitosas campañas en el campo le valieron para ir escalando peldaños hasta llegar a General. Su reputación era notoria en las esferas militares y mucho se hablaba de sus capacidades casi “sobrenaturales”, o por lo menos eso creían quienes le habían conocido, aunque fuera una sola vez. Verdad o mito, Larsson demostró tener habilidades para anticipar los movimientos del enemigo y por dicha razón había adquirido ese rango, y era en el fondo la causa de que se diera aquella conversación.
– El enemigo que debe preocuparnos no es sino aquel que está aquí Hendrick… en nuestras tierras, ¡en nuestras narices! El lobo es muy listo y se disfraza de oveja, pero más lista aún es la oveja que no tiene que disfrazarse pero que tiene alma de lobo. ¡¿Cómo las descubrimos?!
– Para eso tenemos toda una red de espías señor, diseminados en todo el Este de Europa e incluso el Oeste – dijo Hendrik, confiado que su respuesta era la correcta. Hemos logrado intervenir líneas telefónicas y recién lanzamos el Explorer 1, que es mucho más avanzado que el Sputnik. Nuestros científicos ya trabajan en cómo poder enviar naves tripuladas al espacio y eso es solo el comienzo.
– No Hendrick… usted tiene la vista puesta en el horizonte y no logra ver lo que tiene a dos pasos de distancia. Su propio vecino cuando por las mañana sale a pasear a su perro podría estarle espiando. Usted lo invita los domingos por la tarde a disfrutar de un asado con su familia y todos comparten la misma mesa, él conoce los nombres de sus hijas, el número de matrícula de su auto, puede saber si tiene algún tipo de alergia y a propósito colocar algún tipo de bacteria en la salchicha que usted gustosamente devorará… ¡Malditos perros si solamente no fueran tan listos! Nooo, ohhh no, ni siquiera merecen ser llamados perros. Ese es un insulto para la raza… ¡malditas ratas de alcantarilla! ¡Eso es lo que son!
– ¿Quiere decirme que Peters, mi vecino, es un espía señor? – replicó Hendrick con asombro.
Casi tanto como cazar comunistas, al General Larsson le gustaba mucho maldecir, pero nunca lo hacía para insultar a uno de los suyos. En ese momento el General evitó cualquier comentario, pero lo que no dijo con la boca, lo expresó con su mirada. Hendrick inmediatamente entendió que hablaba de manera hipotética.
– A ver Hendrick, ¡piense! ¿Qué podríamos hacer para infiltrarnos en cada hogar de la unión y escuchar las conversaciones de nuestros vecinos?
– Tenemos el teléfono señor… – sugirió el subordinado.
– ¿¿Y usted cree que vamos a llamar casa por casa a preguntar si son comunistas y ellos nos responderán??
– Bueno, también estamos introduciendo la TV en cada hogar, ¡y ahora a colores! – Dijo Hendrick con mucha ilusión.
– Sí, pero la TV cumple otros objetivos y solamente podemos llegar en una vía. No podemos obtener una respuesta inmediata. Les advertí que la TV todavía no estaba lista para ser lanzada pero no quisieron escucharme – dijo Larsson como si estuviera hablando para sus adentros.
El subalterno sabía a qué es lo que se refería su General, pero prefirió no hacer ningún comentario. Sabía que en la mente de Larsson algo estaba sucediendo y que no tardaría en anunciar otra de sus profecías. En ocasiones anteriores lo había escuchado y siempre le había ayudado a llevar a cabo el plan, por eso es que Hendrick se había ganado su puesto. Muchas veces era incapaz de expresar opiniones coherentes pero en su mente todo sucedía de manera “prolija, providencial, con una lógica mecánico-espacial como pocas veces hemos visto”, describía su expediente militar.
– Tenemos el teléfono y tenemos el televisor- dijo Larsson. A las personas les gusta sentarse delante del aparato pero no pueden hablar con él y aun si así fuera, nosotros no tendríamos ¡ni la más puñetera idea de lo que están diciendo aunque lo quisiéramos! Tenemos que hacer que las personas puedan hablar con la TV y nosotros así poder interceptar qué es lo que dicen, sin que se den cuenta. Tenemos que hacer que “hablen con el televisor” y se entretengan haciéndolo.
Larsson hizo un ademán con ambas manos simulando unas comillas mientras hablaba y esa fue la primera vez que alguien utilizó ese gesto.
– Eso es… – continuó. Debemos encontrar la manera de poner un teléfono dentro del televisor y así las personas podrán contestarnos sin que ellos sientan que lo están haciendo. Claro que no será un teléfono común y corriente, con auricular y disco, pero sí un aparato capaz de comunicarse en dos vías y hacer las funciones de un teléfono, utilizando el cableado que ya tenemos, conectándose así a una red nacional. ¡Tampoco se llamará teléfono, carajo! ¡Claro que no! Podemos darle un nombre que no signifique nada… No sé Hendrick, usted es bueno con los nombres, déme uno… el primero que se le venga a la mente.
– ¡Modem!, espetó Hendrick.
– ¡Perfecto! El televisor o más bien la pantalla que tendrá nos permitirá monitorear qué es lo que las personas están viendo… ¿cómo lo llamamos?
– Simplemente: monitor.
– ¡Directo y sencillo!, ¡quién podría sospechar! Me gusta cada vez más… Ahora bien tenemos que darle un nombre a este invento y popularizarlo. Probablemente nos tome algunas décadas desarrollarlo pero valdrá la pena, finalmente podremos interceptar todas las comunicaciones que queramos, escuchar dentro de cada hogar sin ser escuchados y éste será un país cada vez más seguro… ¿Qué digo país? ¡Un mundo más seguro! Pero debemos darle un nombre a esta red que crearemos… Interceptar, interceptor… inter… ¡Diablos a usted le vienen mejor los nombres Hendrick!
Sobre las verdes praderas ya era primavera, las marmotas y otros roedores se atrevían a salir de sus agujeros, mientras que los universitarios se tomaban un descanso para ir de visita a casa. La temperatura era bastante agradable, pero a más de 150 metros debajo de la superficie, disponer de aire acondicionado era indispensable; no solamente como medio para hacer llegar el oxigeno, pero también porque el calor sobrepasaba los 100 grados Fahrenheit. El ruido del aire saliendo por los grandes ductos que enfriaban toda la base era apenas imperceptible, pero en momentos de silencio se podía escuchar el ronroneo zumbar y hacerse eterno. Mientras Hendrick pensaba pareció que el tiempo se detenía pero en su mente, Larsson, sabía que tenían la respuesta. Ese era un momento histórico en la conquista del futuro, similar al momento en que Colón pisó América por primera vez, similar al día en que la manzana cayó sobre la cabeza de Newton, similar a la partida del Titanic, con la diferencia que no quedaría registrado en los anales de la historia, solamente en la memoria de aquellos dos militares. Entonces, luego de unos cuantos segundos de pensar el nombre de aquel invento, Hendrick lo pronunció…